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Los trapos sucios se lavan en casa

    La relevancia de explicar acertadamente el contexto permite entender mejor las experiencias que se pueden relatar en una novela o relato histórico. Llegados a este punto y en relación con el libro “El pasado que nos separa” ha sido ahora y no antes de escribirlo que he encontrado una pieza clave.

Desde hace más de dos décadas la activista Brisa De Angulo Losada en una ciudad situada en un valle de la cordillera de los Andes, Cochabamba, Bolivia, trabaja para proteger a los niños, niñas y adolescentes. Su historia de incansable lucha ha dado frutos logrando cambios estructurales para la prevención de los abusos y agresiones sexuales en la infancia en toda Latinoamérica.

La Fundación de la activista A Breeze of Hope ha logrado un 95% de tasa de condena en los juicios asistidos contra agresores sexuales de menores. En noviembre de 2007 el gobierno de Bolivia declaró el 9 de agosto como Día Nacional contra la Agresión Sexual Infantil, mediante la Ley Nº 3773 del Estado Plurinacional de Bolivia. La primera marcha fue una iniciativa de Brisa De Angulo cuando tenía 17 años en la ciudad de Cochabamba a la que asistieron 5.000 personas.

La Cultura del Incesto

No obstante, cabe destacar también su esfuerzo interdisciplinar para llegar a las causas profundas de la violencia sexual. A partir de su trabajo se difunde un concepto clave para entender el contexto social: la Cultura del Incesto. También podría haberse llamado la Cultura del Abuso, pero al utilizar la palabra Incesto clarifica que es en el seno de la familia o de máxima confianza de la misma donde se generan dinámicas que permiten y favorecen a los perpetradores el abuso.

Según el artículo “La alienación de la sociedad con respecto al incesto” publicado en la revista Trayectorias Humanas Trascontinentales (Nº 13 de 2024)1 la Cultura del Incesto se define como “el conjunto de imaginarios, normas, regulaciones, roles y prácticas en la familia y sociedad que buscan normalizar el supuesto derecho de un varón adulto sobre los pensamientos, sentimientos, decisiones, el cuerpo e incluso las partes íntimas de la vida emocional (su sexualidad) de otra persona, dejándola degradada y humillada viviendo con una falsa vergüenza, culpabilidad y sentido de impotencia durante su vida.

Los mitos complementarios que la sustentan son definidos en el artículo como la responsabilidad de todos de proteger al patriarca de la familia, no cuestionar sus mandatos ni conductas, exigencia de lealtad a la familia por encima de la ética o la justicia (los trapos sucios se lavan en casa), el rechazo a la educación sexual e información sobre las violaciones en las escuelas y colegios, la culpa de algo que sucedió mal la debe cargar quien es más débil, especialmente si quien se equivoca es la autoridad (sacrificio y culpa), etc.”

Las consecuencias para los menores, adolescentes o incluso adultos que rompen el silencio también se describen en el artículo: “En las familias entrampadas en la cultura del incesto cuando sale a la luz un caso de violación incestuosa, activan una serie de mandatos y normas reproducidas por estos mitos disparando múltiples resortes para silenciar a la víctima, minimizando su credibilidad, poniendo en duda su estado de salud mental, desfigurando su pasado para intentar mostrar que las conductas sexuales de ella siempre han sido incorrectas o pervertidas, y otras estrategias para invisibilizar lo sucedido, minimizar su impacto y justificar que lo sucedido es porque ella se lo buscó. ‘Todo vale’ para encubrir al adulto violador”.

En una reciente entrevista realizada a Brisa De Angulo por Alicia Markowitz2, De Angulo explica que son las mujeres del entorno familiar, algunas también abusadas, las que dedican más esfuerzos para mantener el silencio y mostrar su lealtad al ultrajador. También en la misma entrevista De Angulo contesta que no a la pregunta si hay más prevalencia en unos u otros países del mundo para esta Cultura del Incesto.

Parece que han pasado muchos años del contexto social que se describía en obras literarias como Terra Baixa (1986) de Àngel Guimerà i Jorge donde las mujeres de aquel pequeño núcleo rural afirmaban que los sabían “Tot, tot i tot”, es decir, todo pero no hacían nada para proteger a la protagonista que desde muy joven es acosada por Sebastià el Terrateniente. O de las novelas de Vicent Blasco Ibáñez como Entre Naranjos publicada en 1900 cuando el patriarca y cacique recorre sus fincas de naranjos persiguiendo adolescentes para agredirlas sexualmente y los trabajadores varones de la finca conocedores y cómplices definen esta actividad como “niñear”, para acabar defendiendo con arma en mano si es necesario el honor del cacique hasta literalmente su muerte.

Parecería que lo descrito forma parte del pasado, pero cabría preguntarse si en realidad el recalcitrante silencio de las familias de la Cultura del Incesto persiste en nuestra sociedad. Las cifras así lo apuntan, el estudio "Respuesta judicial a la violencia sexual que sufren los niños y las niñas" de 2020 del Ministerio de Igualdad del Estado español revela que el 98% de los agresores son hombres y que el 74,73% de ellos forman parte del ámbito familiar o del entorno de la víctima. 

La lucha infatigable de Brisa De Angulo Losada y su trabajo interdisciplinar abre la discusión no sólo en Iberoamérica sino es motivo genuino para hacerse preguntas también aquí en España y en todo el mundo.

(1) De Angulo, J.M. & Losada, L.S. (2024). La alienación de la sociedad con respecto al incesto. Trayectorias Humanas Trascontinentales, TrasHs, Nº HS Nº 13. https://www.unilim.fr/trahs/6264

 (2) Markowitz, A. Familias Horribles(2025, 26 de Enero). Cultura del Incesto: Cómo el Silencio Protege el Abuso conBrisa De Angulo Ep. 55. https://www.youtube.com/watch?v=FJWrBHpu0V0

 (3) Alemany, A. et al. (2020).Respuesta judicial a la violencia sexual que sufren los niños y las niñas.Ministerio de Igualdad. https://violenciagenero.igualdad.gob.es/violenciaencifras/estudios/investigaciones/respuesta-judicial/

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